Ainsley, el claro ejemplo de que el amor no entiende de tamaño. 

Ainsley, el claro ejemplo de que el amor no entiende de tamaño. 

Lo más bonito de esta historia es que sus adoptantes supieron mirar el interior y no juzgar por el tamaño (¡fijaos en sus enormes patitas!), dejando a un lado las ideas preconcebidas de que un perro grande da más problemas, no puede vivir en un piso o no puede relacionarse con otros perros. 

Sus adoptantes fueron con una idea bastante decidida en su cabeza, pero cuando vieron al cachorrito Ainsley correteando hacia ellos se miraron y lo tuvieron claro… Era él. 

Ana nos cuenta lo que está siendo su historia desde hace casi tres años:

“Hacía 2 semanas que habíamos perdido a nuestra gata Laila (también adoptada) con tan sólo 9 años por una enfermedad renal congénita. En octubre de 2017 decidimos dar el paso de adoptar un perro. Y así empezó nuestra aventura. 


Cuando llegamos a casa todo eran tareas; pipí por aquí, popó por allá, dale de comer, hazle caricias para que se duerma por la noche… Pero todo lo recompensaba con lametones y ganas de jugar con nosotros. 

Comenzaron los primeros paseos y con ello el miedo intenso que tenía de salir a la calle. Pero con paciencia y tesón lo superó y ahora se vuelve loco en cuanto nos ve coger la correa.


Los meses pasaban y cada vez era más grande, pero también más bueno y más cariñoso.

Sus primeras vacaciones… ¡Cómo las disfrutó! También llegaron las navidades y mi cumpleaños. 
Y él es Ainsley, Mike ahora, ¡con sus 42 kg! 

Que no os engañen, un perro grande puede vivir en un piso; se tumba en cualquier sitio, se hace un ovillo y como si nada; se puede adaptar a una vida más activa o más tranquila; puede jugar con otros perros, sólo hay que estar pendiente y decirle que “despacio” porque cuando se emociona da con las patas para jugar y provocar… 

Sinceramente si me volviese a ver en la misma situación, volvería a quedarme con él porque me ha dado y me da muchos beneficios y alegrías. 

No le cambio por nada y le quiero infinito.”

Como muy bien dice Ana, tener un perro no es todo felicidad como lo pintan en las películas, sino que requiere mucho tiempo, dedicación, ganas y dinero. Requiere limpieza de más, madrugones, sustos, solucionar problemas que surjan, y muchos otros esfuerzos. 

Pero todo esto parece insignificante comparado con el amor tan grande que son capaces de dar, con la enorme alegría que desprenden simplemente cuando nos ven llegar a casa o cuando te miran con sus ojos llenos de inocencia y cariño. Definitivamente tener un perro es una de las mejores cosas que te puede pasar en la vida. 

Es cierto que los perros pequeños suelen salir mucho más rápido adoptados, mientras que los más grandes esperan su oportunidad en los centros de adopción durante meses o incluso años, aunque sean buenísimos y tranquilos. Deberíamos cambiar la mentalidad que tenemos hacia ellos y dejarles demostrar lo maravillosos que son por su interior.

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