Kampeón, de perro invisible a único

Kampeón, de perro invisible a único

La historia de Kampeón en ANAA empezó hace muchos años. Fue rescatado de la calle con terror hacia el ser humano, al fin y al cabo era un perro algo salvajito y seguro que no conoció mano amiga. Estaba muy muy bloqueado, hasta que conoció a la que iba a ser su mejor amiga perruna, Sonnia. Ella adora a las personas, da saltos de alegría cada vez que alguien entra a verla, y eso hizo que Kampeón poco a poco perdiera sus miedos.

Después de mucho tiempo por fin una familia se fijó en él y quiso darle una oportunidad. Tras tres años felizmente adoptado, su historia se torció en febrero de este año y acabó de nuevo en nuestro centro, ¡¡con diez años!! Cuando nuestro peque se vio de nuevo en un chenil no paró de temblar, aterrorizado, y a nosotros se nos partió el alma.

En ANAA siempre ha sido un perro invisible por su tamaño, color oscuro, timidez y por ser positivo a leishmaniosis, así que si ahora sumamos la vejez ya os podéis imaginar.

Lo único que nos consolaba de todo esto era que se iba a reencontrar con su gran amiga Sonnia, la cual estuvo un año de acogida y también volvió a ANAA. El reencuentro fue precioso, Kampeón estaba muy emocionado de verla de nuevo.

Esta vez no ha tenido que volver a pasar años en un chenil esperando su oportunidad, sino que Ana, una persona maravillosa, llegó a su vida en el mejor de los momentos. Ella os cuenta la continuación de su historia:

“Kampeón llegó como acogida en pleno estado de alarma con el objetivo de simplemente ayudar en algo dentro de tanto horror. Yo ya tenía 3 perros medianos adoptados y se había muerto un mes antes uno de mis grandes amores, Camilo, un perro mayor que me dio años de mucha felicidad. Me había quedado un vacío que no podía llenar, aunque estaba mejor, y en ANAA me ayudaron a elegir perro.

Quería que fuera mayor porque tengo una discapacidad por dolor crónico y necesitaba que no fuera un perro muy enérgico, además hace mucha falta y los perros mayores son estupendos compañeros. Me ofrecieron a Kampeón, un perro invisible de 10 años en el que no me había ni fijado, ciertamente, supongo por ser tamaño grande. Ellas escucharon mis dificultades a la hora del paseo, actividades de la vida diaria… y sabían que él era perfecto para nosotras y para mí. Me dio miedo, sí, además tenía leishmaniosis y no sabía si estaba preparada para perder a otro perro a corto plazo. No puedo agradecer más a ANAA su empatía, su disponibilidad cercana, los cuidados que le han dado, por los tratamientos y medidas diagnósticas, cómo le enseñaron a pasear sin tirar, a ser paciente, educado…

Me enamoré de él al día siguiente y a los 15 días ya estaba adoptado. La tristeza pasó a una ilusión enorme, cómo me cuidaba a pesar de su miedo, cómo me acompañaba, cómo me arropaba, cómo hizo que mis chicas, mis tres perras con problemas de comportamiento por impronta, se relacionaran de otra manera, trajo felicidad a esta familia. 

Ahora disfruto viéndole sano, corriendo a pesar de su artrosis, contentón y jugando como un cachorrete, lleno de energía en la playa o en el campo, pero muy tranquilo cuando lo necesito, paseando, o en casa. Tiene un tratamiento y seguimiento crónico, sí, pero en ANAA me lo han entregado casi sano, sólo me queda mantenerlo. Pasea a mi lado sin tirar, me busca, me espera, no se escapa y sobre todo me cuida y me adora. El tiempo que esté conmigo va a ser un regalo, aunque tenga que cuidarlo. No he querido cambiarle el nombre porque creo que con ANAA ha sido muy feliz.

Quiero animar a adoptar y/o acoger a perros abueletes, como los llaman, porque son una de las experiencias más gratificantes que he tenido, he adoptado a adultos y cachorros, y adoptar a un perro mayor no lo cambiaría por nada, ni siquiera cuando Camilo murió después de unos meses de enfermedad muy dura. En ANAA me han puesto todo con las mayores facilidades y han elegido a nuestro mejor compañero. Gracias de corazón.”

 

Gracias a ti Ana por darle una oportunidad a un perro que de verdad le hacía falta y darle el hogar que se merece después de tantos años. Gracias por llevarle a conocer el mundo, a la montaña, la playa, al campo… Y sobre todo gracias por recordarnos que las apariencias, el tamaño, enfermedades o edad no son inconvenientes cuando hay tanto amor guardado.

 

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